Esta semana nos hemos vuelto a encontrar una oferta de aceite de oliva en un establecimiento de la gran distribución agroalimentaria de esas que hunden la moral de todos los que trabajamos en este sector y que atentan directamente contra nuestro sector productivo agrario y nuestra economía en general. Es absolutamente inconcebible que mientras el coste de producción de 1 litro de aceite de oliva en España para un agricultor ronde los 2,00 - 2,50€ (ver estudio del propio Ministerio de Agricultura), se puedan encontrar ofertas como la de la imagen en la que un consumidor puede comprar aceite de oliva en el supermercado a 1,21€/l.

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Con este tipo de promociones agresivas y políticas de presión de precios a la baja en las que todos los agentes de la cadena pierden dinero, se consigue configurar paulatinamente una cadena de valor de bajo coste y subsistencia que, lejos de crear valor añadido, lo que consigue es destruirlo. En este contexto no tiene sentido hablar de nada más. No tiene sentido hablar de competitividad, de productividad, de sostenibilidad, de empleo, ni de economía productiva. No hay margen. No se puede producir aceite de oliva en estas condiciones. Tratándose del producto bandera de nuestra agricultura mediterránea entristece más si cabe. Si además tenemos en cuenta que la oferta la hace una empresa española el sinsentido es aún más grande.

No estamos sabiendo defender un producto en el que somos líderes mundiales. Estamos destruyendo el mercado y el sector del aceite de oliva nosotros mismos. Estamos siendo bastante torpes. El gobierno tiene en su mano poner freno a este tipo de prácticas comerciales que afectan negativamente al conjunto del sector agrario y económico de nuestro país. No es una tarea fácil, pero debe hacer un ejercicio de responsabilidad y poner en marcha, a la mayor brevedad posible, una ley para la mejora del funcionamiento de la cadena agroalimentaria que persiga, condene y sancione este tipo de actuaciones que tanto daño hacen a todos. Lamentablemente, para algunos, esa ley ya llega demasiado tarde. Ante esta situación, referirse al aceite de oliva como oro líquido parece, cuanto menos, una desfachatez.

 La cuota de mercado de las marcas blancas (MDD) en el sector de la alimentación en España ha pasado de 7% en el año 1992 al 34% en la actualidad. En el conjunto de productos de gran consumo, la cuota en España es aún más alta (42%), ocupando España el 4º puesto entre los principales países de la Unión Europea tras Suiza, Reino Unido y Eslovaquia. Entre los productos agrarios de marca blanca más comprados por los consumidores se encuentran las legumbres y arroz (75%), la leche y sus derivados (70%) y el aceite de oliva (57%), condicionante que afecta al funcionamiento de los distintos agentes de la cadena agroalimentaria de forma notable.

 

Uno de los efectos de esta tendencia creciente es la mayor dificultad que tienen determinadas industrias agroalimentarias de marca propia para conseguir situar sus productos en las estanterías de los establecimientos de venta. En general, aquellas industrias que no producen la marca líder de un producto en concreto, son las que mayores dificultades están encontrando para dar salida a toda su producción, ya que algunas cadenas de distribución han optado por vender tan solo su marca blanca junto a la marca líder en cada categoría.  

 

Por todo ello no extraña que determinadas marcas hayan optado por nuevos canales de venta que les permitan dirigirse al consumidor directamente sin pasar por el cuello de botella de la gran distribución. Algunos ejemplos son las yoghourterías de DANONE en Madrid y Barcelona, las tiendas de papel higiénico que la marca RENOVA lleva abriendo desde hace 2 años o incluso los puntos de venta que la conocida Cooperativa del Valle de los Pedroches de Córdoba (COVAP), tiene establecidos desde hace ya algún tiempo. El último movimiento ha sido la puesta en marcha de ALICE, el supermercado de venta on-line de productos exclusivamente de marca de fabricante. Estrategias todas ellas diseñadas con el objetivo de vender su propio producto directamente al consumidor. Esta tendencia puede ser aprovechada por los productores agrarios y tratar por esta vía de incrementar la rentabilidad de sus explotaciones. Recordemos que sin rentabilidad, las explotaciones agrarias desaparecen y, Sin Agricultura, Nada.